Cuando vivía en Leganés, deseaba con ansia el momento vacaciones, sobre todo porque en navidad venía a Córdoba a ver a mi madre y nos íbamos a casa de mi abuela a La Fuensanta... frente a los "bloques rojos".
Qué buenos recuerdos los de ese barrio... y qué maravillosa mi vecina "a Antoñi"..
Puede que tuviera un año más que yo y, en aquella época, creo que habría dado un brazo por ser ella si me lo hubieran ofrecido. Era mi ídolo!!!
Trece años tendría aquel año y su madre le dejaba ponerse tacones. ¿Tú sabes lo que es que alguien PUEDA ponerse tacones a esa edad??? Ay... cómo la envidiaba!!!
A mi jamás me lo hubieran permitido! Jamás hubiera osado ni preguntarlo!!!
Pues "la Antoñi" llevaba tacones con los vaqueros y eso me hacía tenerla en el más alto pedestal de lo que me gustaría ser. Y en edad de desarrollar, el culo gordunchi de mi amiga hacía que de espaldas casi diera el pego de que era una mujercita. Sueño de cualquier niña de mi edad...
La auténtica cordobesa guapa de nariz bien formada. Su pelo rubio y con ondas alborotadas. Sus siempre con recogidos repentinos -con una goma que llevaba en la muñeca- en la parte alta de la cabeza, porque le molestaba el pelo, y lo de atrás suelto, lo que le daba un toque de belleza espontánea que agudizaba mis complejos y los multiplicaba por mil...
Sus ojos chiquitos eran azul cielo, preciosos, achinados al reír... Y encima, no contenta con tener derecho a su poquito de tacón, su madre le dejaba también echarse rimmel, por lo que su mirada un pelín churreteada por las pestañas de abajo era ya una bomba. Y brillo de labios. Que ella decía que era "vaselina, porque se me cortan" pero yo tenía clarísimo que era un pintalabios rosa.
Tenía idealizada a "a Antoñi" Era mi prototipo de chica guapa y TODO lo que hiciera la Antoñi, para mi era LO MÁS....
Por ejemplo, cuando dábamos un paseo, me hacía entrar en todos los portales del barrio pa marcarse un taconeo con sus tacones. Porque en los portales suena guay. El eco y eso...
No estoy de broma.
Se paraba en todos.
Tacatá..tacatá..tacatá... comenzaba su baile y yo observaba alucinada esos pies de tobillo regordito con ESE TACÓN con calcetín, intentando memorizar el compás para probarlo yo en casa (vamos, que luego ni de coña, que la suela de mis feos zapatos no sonaba a na, si acaso -al ir chocando con la planta al estar siempre despegados- parecía que aplaudía...)
Otra cosa que admiraba de la Antoñi era su capacidad pulmonar para pedirle el bocadillo de la merienda a su madre, vecina del cuarto de mi abuela.
-MÁ-MAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA.....!!!! TÍRAME UN BOCAÍLLO DE CHOOOOOPEEEEHHH...!!! (en la Fuensanta era muy típico comunicarse entre calle y casa a grito pelao). Y la madre se lo bajaba desde el balcón con un cubo y una cuerda. Y eso lo juro.
Tan obsesionada estaba con "la Antoñi" que cuando regresaba a Madrid, donde el "choped" no era común ni se había escuchado nunca, me tiraba el rollo con mis amigas diciendo que había estado en Córdoba con mi Antoñi y comiendo -creyendo que ese embutido debía ser algo rollo gourmet-bocadillos de "chopes" (porque como yo tenía un acento muy fino, daba por sentado que cualquier palabra cordobesa acabada en "h" aspirada, sin lugar a dudas se traducía en "s").
Y la última cosa que admiraba de la Antoñi era que cuando algo le encantaba agitaba la mano con la palma hacia el pecho, de una manera increíble que hacía que sonara como un "clac clac clac clac clac" maravilloso, mágico, superchori, que unido a la frase "ese vehtío eh un tacaso guapo, tía!!!"... pues eso... que yo quería ser la Antoñi y punto.
Y aquella tarde compramos petardos, típicos también del barrio...
Primero fuimos a la casa de la "kingkona", vecina del bajo como mi abuela, con sus rulos siempre puestos, y su ventana estaba justo antes de entrar en el portal. La llamaban así por ser esposa del "kingkon" y tenían un "mal bajío" increíble ambos y todo les molestaba. Lanzamos uno por su ventana y salimos huyendo.
Luego pasamos por la ventana de otra vecina del portal de al lado, "la gata negra", viuda, de luto perpétuo y aspecto terrorífico.... De esas superviejas con las cejas pintadas de marrón... Así que otro petardito por la ventana y...a correr!!!
Hicimos la ronda petardil y nos paramos a descansar en "los bancos". Ese lugar emblemático del barrio donde salían las abuelas en las noches calurosas con sus sillas a tomar el fresco.
Era la hora de la siesta y no había un alma.
Habíamos gastado todos los petardos de "aduro" y los de "apeseta". Nunca lo entendí pero "la Antoñi" los pedía así en el puesto. Bueno, pedía así todas las chuches...
-Dame un chicle de "aduro" y tres caramelos de "apeseta". Quizás era lo mismo que decir "arradio" y "amoto", porque creo que era otra de las cosas que imitaba de mi amiga cuando llegaba a Madrid y recuerdo que me miraban raro.
Nos quedaba un petardo de esos que tienen un palito largo, que se pinchan en el suelo y se encienden, y suben alto alto y cuando no pueden más... explotan en el cielo. El famoso petardo de "trenta" (tampoco sé por qué no se decía treinta pesetas, solo "petardo de trenta".)
Lo pinché, lo encendí, nos alejamos y... ooooohhhhh... se rompió la mecha.
-Bien-pensé- Es mi momento de hacerme la chula con "la Antoñi". Mi minuto de gloria.
Yo sabía que en esos casos, se partía el petardo por la mitad, y se prendía cada una de las mitades por el lado roto y salía un surtidor de chispitas como de bengala. "La Antoñi" era una cagona y YO LO SABÍA. Ju...
Así que cogí mi petardo, lo convertí en dos mitades y encendí una de ellas...
Un arcoíris de estrellas brotaron de aquel agujerito bajo aquella preciosa mirada clara de mi amiga y mi pose de enteraílla... 10 segundos duraba, no más...
-Si no pasa nada, tía!!!-grité emocionada por su alucine ante mi valentía.
Agarré la otra mitad, cerilla en mano...
-Mira, ni siquiera quema!!!!- y coloqué la mano muy cerca de aquel chorro de fuego envalentonada por su sonrisa...
...En ese instante, en décimas de segundo, recordé que cuando el petardo original subía al cielo, explotaba algo. Y me pregunté dónde iba a parar ese "explotido" cuando se pasaba a esa fase B de quemar las dos mitades...
...Y con esa pose chuleta y mis ojos abiertos mirando a "la Antoñi" estaba cuando....
....POOOOOOOMMMMM!!!!!!-explotó en mi mano.
Socorro... Juro que pensaba que se había acabado el mundo. Que estaba en el cielo o algo de eso...
Lo veía todo borroso y estaba petrificada en aquella postura todavía. Un pitido fino comenzó a sonar en mi oído izquierdo y por entre la nube de humo divisé el gesto torcido de "la Antoñi" observando mis dedos....
La yema del índice estaba reventada y sangrando. Y los dedos colindandes, amarillos y llenitos de burbujas de sangre dentro de la piel. Yo notaba la mano MUERTA literalmente.
Corrimos al portal de nuestra casa, coincidiendo que salía de la suya la kingkona, socorro, que agarró del brazo a mi idolatrada Antoñi, le metió un gran meneo y gritó:
-VOSOTRAS HABÉIS SIDO!!!!-
...
Un hilillo de voz de niña educada salió de mis labios:
-Perdone usted, no me puedo parar que me acaba de explotar un petardo en la mano...-y jadeando entré corriendo a casa de mi abuela que con los gritos había ya abierto su puerta.
Qué dolor, qué dolor...!!! socorro... Lo peor de mi vida... Mi abuela poniéndome la mano bajo el grifo, echando agua dentro de mi yema del dedo levantada... yo llorando... el pitido...
Según parece, mientras la kingkona zarandeaba a mi Antoñi de mi alma, su madre casualmente bajaba con una silla dirección al tapicero. La kingkona pensó que era para luchar, y sacó también ella una silla. El abuelo de "la Antoñi", con demencia senil, la insultaba por el hueco de la escalera... Se armó la traca en el portal. Mi abuela entraba y salía de mi habitación, donde yo moría de llanto en la cama con los deditos vendados, y me iba poniendo al día de la bronca sin enterarse de los motivos de ella...
Ay máma mía... qué dolor de mano... qué fatiguita pasé...
No dejéis que los niños jueguen con eso, por dios...