miércoles, 1 de diciembre de 2010

108. LUCHA CONTRA EL SIDA

A veces pienso que es peor que el daño que hace el sida en sí, el daño que se hace a los enfermos de sida.
Hace muchos años, tuve una amiga que ingresó por cualquier enfermedad común, pero por tener sida, para ella era un problema más grande.
Recuerdo aquella planta, donde todas las habitaciones tenían un balcón común. Balcón por el que cualquiera podía entrar de cuarto a cuarto...
Recuerdo que ella no podía tener ni tan siquiera un walkman, porque eran comúnes los robos mientras se dormía. Nadie controlaba la privacidad de nadie.
Recuerdo miles de visitas de grupos de ayuda, de religiosos, de personas que venían a darles charlas, y nunca olvidaré que nadie llevaba mascarilla.
Yo sí.
Yo me duchaba y me ponía ropa limpia en cada visita, y me colocaba aquella mascarilla mágica que evitaría que mi amiga baja de defensas pudiera contagiarse de cualquier virus mío. Porque yo veía así aquel objeto. Era mi único arma para no enfermarla de esos microbios que posiblemente habitaban en mí sin más problema, pero que en ella podían ser desastrosos.
La mascarilla era para protegerla a ella.
Mi amiga entró en aquella planta con algo leve, y acabó con todo tipo de enfermedades, que pilló en aquel hospital...
Nunca entendí por qué tan poco cuidado había en proteger a aquellas personas sin apenas defensas de las enfermedades de los visitantes, los familiares, los que daban charlas... Nadie en la puerta te avisaba de la necesidad de protegerlos. Allí llegaba gente con resfriados, gripes, mocos, y miles de cosas que sus defensas podían atacar perfectamente, pero que quizas las de los enfermos no podían batallar con igual fuerza.
En la cama de al lado de mi amiga había una enferma terminal agonizando, que murió de hecho, y que acabó por sumirla en una profunda depresión acabando con las poquitas defensas que tenía...
Apenas íbamos a visitarla dos personas ajenas a su familia, porque no habían querido comunicar a nadie su enfermedad, miedos de la época o qué sé yo. Por lo que mi amiga aún se iba sintiendo más triste, pensado que no importaba a nadie...
Mi amiga murió y aquella noche prometí hacerle una fiesta. Ya ves... Me llevé a su hija a casa, y a la hija de la otra persona que junto a mi la visitaba, y compramos refrescos y chucherías... Bailamos y lloramos sin descanso..

Hoy en día el sida no te lleva a la muerte como antes. Es una enfermedad con la que puedes tener una vida plena.
Pienso que la mejor batalla que se puede hacer es tener conciencia de lo que es y ser más respetuoso con los enfermos. Son las mismas personas. No han cambiado.
El sida se contagia por sangre, semen, secreciones vaginales, y de la madre al bebé a través de la leche materna. Y para eso existe la protección. Ni las heces, ni el pipí, ni el sudor, ni las lágrimas ni la saliva son un problema. Puedes compartir piscinas, platos, cubiertos, ropa... Y OS ASEGURO QUE BESOS Y ABRAZOS.