martes, 14 de junio de 2011

112. Michele...



Yo la conocí porque me empeñé, por pura bella que era...
La veía por la Corredera durante años y siempre me llamó la atención. Esa carita tersa, esa sonrisa tatuada, el color de su piel, ese pelazo abundante y brillante... Tenía luz...

Para nada sospechaba que la vida puso en mi camino muchas pistas y a muchas personas para poder desempeñar una función en sus últimos días. Para nada...

Paralelamente, me hice amiga de Ceci casi por casualidad y me acerqué mucho a Lourdes, con la que coincidía en reuniones de amigos comunes. Ambas por separado y sin tener ni idea de que ellas eran íntimas de mi marujita...

No recuerdo cuándo ni cómo, pero una tarde me vi sentada en su mesa con un café...

Cuando llevaba un rato charlando le dije:
-Marujita, ¿tú te has dado cuenta de cómo respiras? Parece que te falta el aire...! -yo y mis charlas tarrinoides emocionales sobre la autoestima, el mostrar los sentimientos y el "sentirte con derecho a respirar" nos llevaron a una larga conversación en las que me puso al día de su historia... y de su historial...

No sé ni por qué me tenía tan enamorada... Me habló durante mucho tiempo de miles de amigos, de miles de viajes, de miles de planes... Conocía su vida sin formar parte de ella. Ni siquiera tengo anécdotas maravillosas vividas junto a ella. Y ni siquiera sé si alguna vez formé parte de su historia. Si alguna vez habló de mi o fuí protagonista de sus vivencias en sus conversaciones con toda esa gente que ya me sabía de memoria, pero a quienes no ponía cara...

Mis encuentros con Michele eran casi siempre casuales. Iba a sitios donde sabía que la iba a encontrar. Me pasaba como con Lourdes...
Pocas veces quedamos directamente, aunque ahora si pudiera la llamaría a cada instante para comer cacahuetes calentitos de Genaro...

Un día hablamos de los cambios que tiene la vida cada vez que se cumple un ciclo de 7 años...
Ella se puso a pensar y a atar cabos sueltos...
-ehmmm... a los siete... ehmmm... vale. A los catorce... ehmmm... sí. A los veintiuno... ok. O sea que a los veintiocho me toca cambio? Bien, bien... Seguro, porque estoy cambiando muchas cosas de mi vida y estoy quitándome muchas que me sobran...

Lo que no sospechamos aquella tarde es que a sus casi 28 habría un gran cambio, pero no solo para ella, sino para todos los que se rodeaban de su amor.

Anoche me leí todos nuestros mensajes de facebook durante estos siete meses... Me los leí varias veces. De cuando se supo todo, de cuando aún nos reíamos, de cuando buscábamos soluciones, de cómo "mi hermana parece ser q está haciendo un master en medicina natural y te tengo q contar miles de cosas q seguro q tu con lo q sabes de todo esto te sonarian a chino!!!". Me preguntaba constantemente cómo estaba yo, que si le acompañaba a la acupuntura "y pensé q como a ti t gustan todas estas cosas, si quieres te vienes, tu ya me dices un besooooooo!!!!!!!!!!!! ", se dirigía a mi como PIRULETA o "doctora win", y charlamos de jarabes, de homeopatía, de pelos y de visitas, de que su sobrina gordita de nariz con aletillas levantadas le estaba enseñando a decir "no", que por fín estaba aprendiendo... hasta que dejó de contestarme, aunque sé que lo leía...

Las visitas en su casa eran mágicas y de no parar de reír. Daba igual el dolor, la fiebre, la situación... Y es allí donde de reojillo comencé a descubrir a los papás de esa sobrinita de la que no se cansaba de hablar, a la de los bizcochos ricos, a los suyos propios, a su hermana y, de reojillo porque era muy cortado, a su hermano...

Comencé a comer pan rico de la tienda de su hermana, y a en vez de limitarme a la compra en sí, me tiraba allí las horas hasta que se le acumulaba el trabajo tanto que mi chico me tenía que dar el toque pa que la dejáramos respirar... y allí también conocí a Ana. Grande Ana...

Apareció Coco en mi vida gracias a ese concierto entrañable... y, en secreto, empecé a conocer personalmente a toda esa gente de la que tanto ella me había hablado... Y los fui reconociendo... Y a medida que ellos me hablaban, yo iba visualizando sus historias que ella ya me había dibujado en el pasado...

Ella me regaló un papel tan importante en su última etapa, que no sé ni como agradecérselo...
Y aunque solo lloraba delante de ella, cuando salía de esa habitación me sentía recargada para abrazar y consolar, para relatar con su mismo sentido del humor aquellas horas interminables, en las que repetía constantemente:
-Tú te crees que con esta familia que tengo soy capaz de acordarme de lo malita que estoy?
Esa complicidad... esas historias que transmitía desde el pensamiento a su madre o a su hermana... Cómo no dejó ni un cabo por atar, cómo preparó sus últimos días, cómo no se dejó en el tintero a nadie, mandando su cariño y su paz hasta a quién ni yo habría dejado...
En momentos me sentí en conexión profunda entre ella y sus amigas...

No podía entender cómo era posible llegar allí destrozada, para luego salir de ese hospital siempre llena de vida, embriagada por la magia de su gente, por la fortaleza, los sentimientos, la educación, por su dignidad... Por sus SONRISAS, las de todos ellos...

Intenté vivirlo desde sus ojos, que no desde los míos. Porque yo nunca he tenido ese don. Yo me quedo en la tierra. Yo soy humana y con defectos miles. Y mi mente batallaba sin cesar con no dejar salir de mi boca las cosas terribles que pasaban por mi cabeza. Mis conflictos con la vida. Y con el "merecerse las cosas". Porque si es difícil perder el tacto de un ser querido, más difícil es desprenderse de su sufrimiento. Pero desde su mirada bonita las cosas se tornaban de colores.

Porque aunque sé que si existe algo más, ella no dudará en mostrar caminos, en mantenerse en nuestros recuerdos, en unirnos... no encuentro explicación en este instante. Ni creo que la encuentre jamás.
Porque por mucho que pase las horas mirando al techo, esperando una pista, una bombilla que se apague y se encienda, un ruído, una canción... su sitio estaba entre su gente.

Por eso, NUNCA OLVIDARÉ, MARUJITA, cuando ví por última vez desde tus ojos, al otro lado de la vida, al otro lado del cristal, a toda tu gente observando con emoción aquellos últimos retoques... Era la primera vez que Coco y yo estábamos juntas a tu lado. La "amistad secreta" que te ocultamos... Y yo no hacía más que imaginarte desde arriba, con los ojos muy abiertos y tapándote la boca en medio de un ataque de esos de risa que te daban cuando algo te sorprendía, diciendo:
-Cucha estas dos! Fofito y Milikito haciéndo su último trabajo juntas pa mí!!!

Michele, marujita mía... CUÁNTO TE VOY A ECHAR DE MENOS!!!