jueves, 24 de enero de 2008

30. LAS CERAS MANLEY


De las cosas que más me han marcado en la vida son las ceras MANLEY.
Hay personas que alucinan oliendo el cesped recién cortado, cierta comida guisándose en la cocina de su madre, un jabón particular... Mi olor favorito es el de las ceras Manley...
Si me dieran a elegir tener que perder uno de mis sentidos -incluído el "sexto"- sin lugar a dudas elegiría cualquiera menos el del olfato... Sin "oler", mi vida estaría vacía... Paso la vida arrimándome todo a la nariz, respirando por la casa y "oliendo" las cosas...
El sentido del olfato me transporta a épocas mágicas... Me trae sensaciones, sentimientos... Me acerca a personas que se fueron para siempre...
Gracias a los olores, vivo en paz. O al menos vivo bonito.
Cuando era chiquitita, una época concreta, mi vida giraba en torno a los dibujos... Lo que más me gustaba en el mundo era una papelería... Todo lo que se refería a papel y a utensilios para adornarlo. Un bloc de hojas muy blancas me volvía loca... Un boli que escribiese suave y de un azul bonito... Buffff... Me moría oliendo una tienda llamada Almacenes Blanco donde había de todo...
Ceras Plastidecor, colores Alpino, bolis de cuatro colores, rotuladores de dos tipos de grosor... Todo tenía su propio olor, a cual más gustoso para mi.
Llegué a aprenderme el orden de los colores de mi primera caja de Alpino. Y de hecho, siempre pensé que "ese era el orden" de todos los colores del mundo, de todas las cajas... Blanco, amarillo, naranja, rojo, marrón claro, marrón fuerte, verde claro, verde fuerte, azul claro, azul fuerte, morado y negro. Era como una canción... que canturreaba cada vez que venía a mis manos una nueva caja, mientras los ordenaba correctamente. Siempre. Antes de usarlos... Lo primero siempre era "el orden de mis colores"...
Claro, que solo tenía cajas pequeñas... "de una fila"...
De repente aparece en mi vida una nueva gama de colores: la de las ceras MANLEY. Mamma mía... La primera caja que llegó a casa era ¡de dos filas!!!. No me lo podía creer... Varios amarillos, marrones, verdes, azules, rojos, rosas...
El olor de las ceras Manley quedó impregnado en mi mente, y ...en mis manos.
Se te quedaban las uñas negras, de colores... Mis manos se tornaban "de mecánico"... Pero no importaba... Eran mágicas.
Pintabas un dibujo, o simplemente coloreabas un papel. Cubrías todo con cera negra... y a raspar!! La capa de negro se levantaba descubriendo un mundo de colores... Y esas "virutas" oscuras se pegaban a mis manos, a las coderas de mi jersey...
Solo había un problema: las ceras Manley se rompían muy pronto. Una caja de ceras Manley con piezas rotas, ya no era lo mismo... Para mi no lo era...

Hoy daría la vida por una caja de ceras Manley de dos filas de colores. Rotas, gastadas... no importa.
Pero no he sido capaz de volver a tenerlas. Porque tengo ese olor anclado en la mente y, con él, el de alguien muy importante al que jamás podré volver a oler.




1 comentario:

Cybernapya dijo...

En mis tiempos de estudiante de la Escuela de Arte, me encantaba completar los dibujos con ceras trabajando con los dedos... Es cierto que ese olor es mágico, y que lo echo de menos... Tengo ganas de volver a dibujar, y cuando lo haga, te regalaré uno de mis trabajos... Prometido.
Besos